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En una pequeña aldea
recostada en la montañanuestro campo vago se despierta
entre lápidas rotas y maleza.
Don Fulgencio, siempre puntual,
inicia su graciosa rutina
rompe la silenciosa monotonía
con su silbido sin igual.
Todos ya están despiertos,
algo pasa, no lo creo!
¿es que acaso la gran puerta
se ha abierto?
Me apresuro, subo y miro
desde la cruz de San Quintín
caravanas negras hacen su arribo
presiento se acerca un gran festín.
Mis colegas observan sobre sus lugares
el desfiles de ropas negras y caras tristes.
En silencio esperamos
el fin del ritual de entierro
hasta tanto el ángel custodio
libera al nuevo de su encierro
Mis amadas campanas
vuelven todas a sonar
para los vivos eso anuncia
"El campo santo deben dejar"
para nosotros significa:
"a un nuevo huésped hay que alagar"
Nuestro gran jefe alado
en el centro del patio mayor
recibe al joven desdichado
y el canto del coro se oye con fervor.
Del fondo de la sección 3
la orquesta sube atrasada
mientras nuestras auras improvisan
encendiendo luces boreales
en el apogeo de una mañana nublada.
ATT: una huésped de la tumba a7-23.