" I became insane, with long intervals of horrible sanity"



Edgar Allan Poe


miércoles, 8 de agosto de 2012

El pájaro y el Zorro



Una mujer en harapos contempla con horror el fondo del abismo encontrándose con ramas y demás marañas enredadas, detrás de ella no hay mas que ruinas residuos tóxicos, lo que quedo de su amor y su hijo.. todo se ha perdido.
Por un momento ella piensa en dejarse caer, se imagino mil veces caer y golpear su cabeza en las mismas piedras afiladas y caer en medio de la maraña de ramas mientras sus rojos cabellos rizados se fundían con el podrido telón.

No llora, solo contempla y despierta de cuando en cuando. Dos noches pasaron hasta que dos cabinas telefónicas situadas a cada borde llamen su atención. 

Por hacer honor al poco cinismo que le quedaba entró a la cabina y marcó un número al azar, en su mente ya tenía preparado el discurso banal para ordenar comida china a domicilio, mientras el tono de marcado continuaba sonando. El cinismo en su actuación se vio cortado cuando al otro lado de la línea hubo una respuesta. 

A través del vidrio roto de la cabina divisó una figura en la otra cabina de teléfono. Su actuación desapareció con el llanto y la desesperación de saber si no lo estaba imaginando. Mientras la mujer lanzaba sin parar preguntas lógicas y repetitivas para saber como esa persona estaba viva, pero esa otra voz no contestaba. 

La mujer se sintió minimizada y pidió disculpas, e hizo un par de señas para confirmar si la persona de la bocina era sorda o algo por el estilo. 

El personaje del otro lado no hizo más que lanzar una silenciosa risa humillante hacia ella seguida de la frase 

-No seas ridícula, te veo y escucho perfectamente.

Ella obedeció y agachó su cabeza cual niña siendo regañada por sus padres. Esta voz masculina y con aire serio continuó diciendo:

-Me alegro que te hayas callado de una buena vez. Si sobreviví es gracias a tu angustia, porque sin ella, no estaría aquí para ayudarte a sobrevivir o a morir según sea tu elección.

-¿Tengo opciones a elegir?

-¡Opción!. Si a eso te refieres. Hiciste algo malo y eso te dejó solo en una opción.

-¿Algo malo? A qué te refieres ni si quiera me conoces!

-Lo malo también es que no lo recuerdas, de todos modos te anticipo que no estoy aquí para recordarte cosas. Lo primero ya lo has hecho, ahora sólo debes decidir que hacer con lo que has visto.

-Platicar contigo no me parece una opción racional desde ya.

-Me has quitado las palabras de la boca, ...en el suelo a tu derecha hay un paquete, ábrelo y luego decide que hacer con eso, a ver si eres tan lista como dices ser. Adiós.

La voz siempre sonaba seria y molesta durante su  discurso, pero su tono se acompañó de un suspiro al momento del "adiós".

Lanzó una mirada de ira a la silueta que se alejaba de la otra cabina y de inmediato abrió el paquete.Se encontró con dos agujetas para tejer y una bolsa roja, el contenido de esa bolsa llamó su atención porque emanaba un olor extraño pero conocido, sudor, sándalo y algo mas que no recordaba, parecía algo frágil y liviano, capullos marchitos pensó, una prenda, un pañuelo, pero nunca lo que en verdad contenía. 

Un salto la sorprendo cuando vio los restos de un pajarito de color azul con sus plumas intactas y sus ojos blancos. 

Miles de insultos cruzaron su mente, pero no los exclamó pese al escenario totalmente desolado. Pensó todo el día en que hacer con eso y el por qué de obsequiar un pequeño cadáver y un par de agujetas a alguien y no ayudarla a cruzar esa enorme brecha. 

Una noche pasó hasta que ella decidiera que hacer con esos elementos, ¿cómo ella saciaba su hambre y su sed?, no lo se, pero en una tierra desolada con muchas ruinas y restos, algo tiene que servir de alimento....

El cielo rojo se prendió de nuevo, cuando aquella figura apareció silbando junto al borde. Ésta vez esa figura tenía un gran paraguas y vestía un traje elegante, incompleto porque llevaba solo camisa, pero elegante.

Él silbaba cada vez más fuerte y más agudo, hasta llegar al punto de hacer temblar sus oídos para despertarla, fastidiada le dijo, mientras el sonreía ampliamente:

-¿Por qué mataste a ese pájaro?

-Ja! Por favor mira a tu alrededor, ¿acaso hay algo vivo a excepción de nosotros?, este caos te ha dejado mas loca de lo que estabas.

-¡No me conoces para juzgarme así!.

-Te equivocas, yo conocía a todos en este lugar, y de todos los raros tenías que quedar tu. En fin, veo que no has podido hacer nada con lo que te deje, no me sorprende. Y en cuanto al pájaro, lo encontré tirado cerca de los cuerpos de los tuyos, si no me crees a ver que aun hay plumas cerca de ellos.

Y efectivamente así fue, cerca de los cuerpos de su esposo y su hijo estaban restos de plumas y de dos pájaros más, esos restos parecían petrificados y devorados.

Antes de que ella formulara la pregunta obvia, el teléfono sonó y la conversación continuó por la línea:

-Cómo lo hice. Pues cruzando el abismo de manera algo más animal que artesanal.

-¿Qué hay del otro lado?.

-Nada.

-¿Nada? ¿El mismo desierto y las mismas ruinas?, si es así me quedo aquí!

-Ambas nadas no son las mismas, pero son nada!. Ahí está tu elección. Solo fíjate en donde vas a pisar y no te tardes.

E inmediatamente la llamada terminó.
El ocaso apocalíptico tenía cierto matiz encantador, y nuestra amiga aprovecho esa situación para relajarse y pensar en esa conversación cada vez más extraña.

Sentada al filo del abismo con el enigmático paquete en su regazo y sus pies balanceándose de arriba a bajo, contempló por enésima vez su fondo, y se percató de que miles de ramificaciones se extendían por todo el abismo; pero éstas no eran plantas, tenían una textura más fina y respondían al viento. 

El movimiento de estas fibras la hipnotizaba, hasta que se dejó caer, mientras caía, el sueño la abrazaba, un trance tan pacífico como estar tumbada en el mar.  Pero al terminar ese trance despertó envuelta en aquella maraña de hilos sedosos, cabellos, de todos los matices posibles, pelirrojos como el de ella, rubios, castaños, azabaches, canos; como si toda la cabellera humana estuviera acumulada en un solo sitio.

¿Qué había debajo de toda esa masa de cabellos? ¿cabezas? ¿cuerpos abarrotados? No se sabe con certeza.

Cuando entró por completo en razón, trató de escapar de ese tremendo enredo. Mientras luchaba por liberarse pudo ver frente a ella una cueva; la desesperación siempre aumenta cuando hay lejos una esperanza. 
Al llegar a la cueva, su cuerpo tenía rasguños y cortaduras, y en cuanto al paquete. éste desapareció y solo conservo la pequeña bolsa con aquella criatura muerta.

La cueva era un buen refugio, pero el frío era insoportable, necesitaba salir de allí. Lejos de la cabina telefónica, por un momento extrañó las discusiones con aquel extraño .

El tiempo pasaba, si es que continuaba pasando, ya que la nada también mata al tiempo. Mientras dormía, soñó con el pajarillo azul, pero éste no tenía alas, un zorro las mordía entre su hocico y el pájaro trinaba como si eso le deleitara.

Al despertar no se alarmó, ya había visto cosas demasiado extrañas y eso era solo una cosa mas. Levanto su cabeza y al ver su cabellera rojiza y brillante comparó que su cabello era más débil que los que formaban aquel enorme telón.

-"De algo deben servir", pensó "y ahora tendré que hacerlo con mis propias manos"

Sentada en la cueva comenzó a tejer y enrollar los cabellos hasta formar sogas, miles de cabellos y texturas, que poco a poco dañaron sus manos.
  
Fabricó la soga necesaria y se deslizó por las ramas secas que quedaban hasta llegar al otro lado, para trepar y escalar asegurándoos con lo que había hecho, siempre llevando consigo esa bolsa de terciopelo rojo.

Cuando alcanzó la superficie, aquél personaje la estaba esperando. Esta vez él estaba descalzo, y con sus ropas sucias y deshilachadas.

-Creí que ibas a tardar más, al fin algo te salio bien.

-¿Y ahora qué?

-Como que ¿"y ahora que"? Ya dejaste de acosar a tu miedo, has hecho tu elección. Y al fin me has servido de algo.

-¿De qué hablas?

-Toma esto y utilízalas bien, yo solo tuve dos.

Éste hombre le entrego tres monedas y luego se lanzó al abismo. Petrificada contempló como aquel hombre se hizo uno con la oscuridad absoluta.

De nuevo se había quedado sola, aunque siempre lo estuvo un poco. Ella con su sombra y esas pocas pertenencias caminó sin tiempo hasta que encontró otra gran abertura en la tierra. Y de nuevo en cada borde un par de cabinas telefónicas.




FIN