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La niebla frustrada miro al caminante
perdido en el bosque de espinas danzantes.
Hablando a los árboles ella esperó,
hasta que el sueño nocturno a su amado atrapó.
El ingenuo humano bajo una cueva descansaba,
entre el sudor y sus lágrimas se regocijaba.
Los lobos hambrientos vestidos en maleza,
habían encontrado una preciosa presa.
El pobre desdichado a la tierra de los sueños había llegado,
con el anhelo de a su amada haber rescatado,
la carne jugosa a los lobos llamaba
y el caminante durmiente de su viaje no regresaba.
La niebla preocupada el bosque agitó
con sutil determinación a la tierra bajó,
a los lobos había cegado,
al humano solitario envolvió con su manto inmaculado.
El frágil aquel había despertado,
entre oscuridad y blanca niebla estaba desesperado,
la niebla sopló y a la tierra movió,
raices secas salieron a cada lobo devoró.
El caminante atónito miró,
al espectáculo sangriento que en la tierra quedó.
Un suspiro humano se escuchó,
y la niebla por una noche más se enamoró.